… polimorfismo perverso,
infantil. Posteriormente, esa primera organización en términos de género o de
identidad de género, va articularse al reconocimiento de las diferencias anatómicas
de los sexos, aquella que Freud describe, como punto crucial del atravesamiento
edipico. Con esto quiero decir que la identidad en términos de género es
anterior a la diferencia anatómica de los sexos y, en todo caso, el
reconocimiento de la diferencia anatómica de los sexos, re significa y se re
ensambla con la diferencia de género entrando en mayor o menor nivel de
contradicción o conflicto. Con lo cual ya, la llamada fase fálica, aquella en
la cual se produce, siguiendo clásicamente la concepción de Freud, el
reconocimiento de la diferencia anatómica de los sexos implica, una
anticipación representacional de la posterior sexualidad genital y permite ya
inicialmente un cierto posicionamiento del sujeto con relación a la sexuacion.
A esto, yo decía, posteriormente se agregaran identificaciones secundarias que
ya no tienen tanto que ver con ‘ser un hombre, ser una mujer’ sino más bien con
‘qué clase de hombre ser o qué clase de mujer ser’ o con lo que significa ser
‘todo un hombre o toda una mujer’. Y, a partir de allí entonces, se constituye
inicialmente los modos de la identidad sexual infantil que, como yo decía,
terminaran de re ensamblarse a partir de los modos de re composición y re
significación que siga a la pubertad. En la cual el acceso a la posibilidad de
goce genital inaugura una nueva problemática crucial que, uno diría, pone en
gran medida, en jaque y en juego a la sexualidad infantil ya constituida. Esto,
podríamos decir, que concierne como una suerte de síntesis muy apretada en
relación a un discernimiento con las categorías en juego, cuando uno se
aproxima al campo de la sexualidad y de lo que concerniría, quizá, aquello que
como psicoanalista nos interesa más preservar, que tiene que ver justamente con
el estatuto de la sexualidad pulsional y los modos con los cuales se organiza
el futuro, una vez que la tópica se establece y se van dando los procesos de
organización y clivaje del aparato anímico, en instancias que se caracterizan
por la exclusión pero respecto de las cuales también se producen formas de
apropiación que van definiendo los destinos que la sexualidad tiene a lo largo
de la trayectoria vital de un sujeto. Con esto, señalo una cosa más, antes de
pasar a la cuestión de la masculinidad, y que tiene que ver con que, en este
deslinde que estoy tratando de hacer, de alguna manera retomo una
diferenciación, que también ha propuesto Silvia y que a mí me parece que es muy
importante, sobre todo si pretendemos preservar el Psicoanalisis y conservar,
justamente, la fecundidad de sus paradigmas, que es la distinción entre
producción de subjetividad y constitución psíquica Esto es algo que yo no voy a
desarrollar, simplemente lo señalo porque en este deslinde que yo trato de
hacer entre representaciones de género, sexualidad, discurso social y modos de
inscripción síquica, estoy en última instancia tomando como referencia este
distingo que yo creo es fundamental, porque justamente, intenta resolver la
impasse que yo mencionaba al principio que es la traslación de los modos
históricos de subjetivación a la teoría Psicoanalítica. [3:43] Esta diferencia
que Silvia plantea entre producción de subjetividad y constitución del siquismo
de la cual hay muchos textos en los cuales ella hace referencia. En el libro
“El desmantelamiento de la subjetividad, estallido del Yo” que editó Topia, hay
un artículo que justamente se llama ‘Producción de subjetividad y constitución
del siquismo’, que es una suerte de síntesis de esto que les digo, en el caso
de que a alguien le interese rastrearlo. Silvia justamente señala la necesidad
de distinguir, por una parte, la constitución del siquismo. Cuando hablamos de constitución del siquismo nos referimos
a cuales serian aquellos universales o, si ustedes quieren, invariantes que
dentro de la teoría psicoanalítica de la producción del sujeto nos permiten
pensar el modo de estructuración síquica, más allá de las variaciones
históricas a las cuales puede estar sometido un individuo. Es decir hacen, si
ustedes quieren, al núcleo metapsicológico de la teoría, ese que uno supone
como no sometido a variación histórica. ¿Por qué es importante definir qué
categorías pertenecen a la constitución del siquismo y cuales a la producción
de subjetividad? Porque las que pertenecen al campo, podríamos decir, de la
constitución del siquismo, son aquellas que, efectivamente, le conciernen al
Psicoanalisis en términos disciplinales, son aquellas sobre las cuales el
Psicoanalisis puede establecer niveles de pertinencia. Por ejemplo, fundación
del inconsciente, constitución del yo, complejo de Edipo, represión originaria…
No son categorías que varíen históricamente. Pueden variar los modos con los
cuales se producen pero, uno diría, remiten a los procesos, que uno podría
designar en algún sentido, invariantes o universales que definen la constitución
del sujeto tal como el Psicoanalisis lo concibe. Entender metapsicológicamente
estas categorías, es clave, para no derivar en lo que, podríamos designar, una
suerte de Psicoanalisis culturalista, en el sentido no del culturalismo de
Hans-Georg Gadamer[1]
y otros autores que fueron importantes en el Psicoanalisis inicial sino mas
bien en la idea de una relativización histórica de los conceptos
psicoanalíticos. Como por ejemplo cuando se dice ahora que no hay más complejo
de Edipo. Porque como han variado las formas de organización familiar, como ya
hay diversidades de escenarios ligados a las neoparentalidades, si ustedes han
leído… Hay hasta incluso diagnósticos mismos del Psicoanalisis que señalan que
esto implica la caída del padre,
entre otras cosas tremendas, que parecen que acontecen en la civilización
contemporánea que son equivalentes, también, a la disolución del Edipo. Eso es
el efecto de una comprensión histórica del Edipo, es decir de un modo de
organización de las relaciones familiares. El Edipo en términos de un momento
de la estructuración sexual infantil a partir de la pautacion del adulto es, en
gran medida universal y tiene que ver justamente con la asimetría existente
entre adulto y niño. [6:43]. Con lo cual sería, en todo caso, un serio problema
que la Humanidad se encamine hacia una sexualidad en la cual no exista ningún
tipo de pautacion ni inscripción alguna de prohibición del incesto. Otra cosa,
que si es cierta, es que los modos con los cuales se ha presentado, por así
decirlo, en el horizonte social el llamado Edipo, pueden efectivamente estar
sometido a transformaciones. Que es de otro orden, pero eso no implica la caída
de la categoría del complejo de Edipo, que como ustedes saben para Freud son de
las categorías fundamentales en el Psicoanalisis. Que por otra parte, lo es.
Entender que el complejo de Edipo deja de ser una categoría freudiana
importante, en virtud de las transformaciones históricas, es confundir Edipo y
organización familiar. Y el Edipo no es la organización familiar. Por supuesto
que gran parte de ese distingo se lo debemos en gran medida a Lacan en la
medida en que en su intento de formalización de las funciones, que al interior
del Edipo, pautan la interceptación del goce del adulto con relación al niño,
ya establece una estructura en la cual, ustedes recuerdan, se plantea la
función materna, la función paterna, etcétera. Sin embargo, a mi modo de ver y
esto lo he escrito en numerosas oportunidades, ya la concepción que reparte en
términos funcionales operaciones especificas, entendiendo la función materna
como una operación de captura del niño en la trama de ese ante del otro, y la
operación paterna o la función paterna como una operación de corte que
establece la ruptura de esa suerte de captura fálica inicial en la circulación
del niño al interior de otros intercambios libidinales, me parece a mí que es
insuficiente. Primeramente, porque produce un aprovechamiento formidable con
las formas de organización genérica de la familia de la primera mitad del siglo
20. Porque aunque nosotros sigamos diciendo que la función paterna no
necesariamente la ejerce un varón, lo que termina sucediendo es que se produce
un deslizamiento permanente por el cual en la forma de comprensión concreta de
la casuística, sino aparece el padre, sino aparece el varón o un sustituto se
advierte, o se supone, directamente la ausencia de esa función. Por ejemplo, en
los debates contemporáneos relativo a las llamadas neoparentalidades los
propios psicoanalistas, algunos de ellos no todos, por suerte, han señalado,
por ejemplo, que una pareja de lesbianas que cría niños produciría
perturbaciones severas en sus hijos o en sus hijas por la ausencia de la
circulación de una función paterna que garantice la inscripción del
significante fálico. Ustedes se dan cuenta que si Lacan se levanta de la tumba
y escucha eso, se muere (risas). Porque yo no le estoy asignando esto a Lacan,
lo estoy asignado a los modos de apropiación con los que ciertos enunciados en
su mera repetición terminan arrastrando lo peor de la época. En ese punto digo,
y yo siempre digo, esto es parte de una perspectiva epistemológica más vasta.
Cuando uno introduce un concepto y a su vez tiene que explicar el sentido de
los términos, para contraponerse a las formas tradicionales de representación,
algo ha fracasado a nivel de la racionalidad científica. Que quiero decir con
esto, que si yo cuando digo ‘función paterna’ tengo que andar aclarando que ‘paterna’
no tiene que ver con ‘el padre real’, algo chilla en la construcción del
concepto porque el concepto entonces no ha adquirido aun el suficiente poder
explicativo para no tener que forzar a una aclaración respecto del empleo del
término. Se entiende más o menos esto? En ese punto es donde yo señalo que las
categorías como función materna y función paterna han sido muy útiles en un
momento de la historia del Psicoanalisis de la cultura porque a descapturado la
operación humanizante instauradora de la subjetividad y pautadora de las formas
de apropiación del niño como lugar de goce del adulto y las han descapturado de
las personas reales que las ejercen. Pero a esta altura, son insuficientes. Y
son insuficientes, justamente y aquí se ven en todo caso su carácter
sintomático, cuando se pretende trasladar a las nuevas formas de organización
familiar, no pudiendo advertir esa operatoria más allá de las posiciones
deseantes, la identidad sexual o los modos de organización genital de los
adultos que las ejercen con independencia si son hetero, homo, trans, lo que la
variación y variabilidad de la sexualidad humana nos permite ser. En ese
sentido decía que, la necesidad de distinguir entre constitución de siquismo y
producción de subjetividad va en esta línea. Yo definí entonces la constitución
del siquismo en términos de esta suerte de universales, podríamos decir, del
Psicoanalisis que explica los modos de estructuración y construcción del sujeto
síquico y los procesos de producción de subjetividad que remiten más bien a los
modos históricos de construcción del sujeto en tanto sujeto social. Es decir
aquellas formas sobretodo con las cuales, por ejemplo, en las
conceptualizaciones de Castoriadis[2], se ha
señalado, que cada época en cada imaginario delinean y construyen un tipo sujeto
que es concordante con los modos dominantes de representación social. Ese campo
que es el campo de producción de subjetividad, uno podría decir de las formas
instituyentes e instituidas de los imaginarios que, indudablemente, moldean al
sujeto no tanto ya en tanto sujeto síquico sino en tanto sujeto social y, por
tanto, miembro de un colectivo, son móviles y por tanto variables y no
pertenecen inicialmente al objeto que los psicoanalistas debemos interrogar. En
todo caso de ahí surgen interrogantes para el Psicoanalisis. La articulación
compleja entre constitución del sujeto y producción de subjetividad. Dicho esto
que es una suerte de balizamiento del campo, menciono algunas de las tesis que,
en particular, con relación a la sexualidad masculina que ha planteado Silvia y
que en algún sentido yo les decía también, he continuado trabajando yo y que
refieren a la necesidad de poder establecer un estatuto especifico de la
construcción de la sexualidad masculina. Por qué? Porque como yo les decía al
inicio, la sexualidad masculina en Psicoanalisis, pero esto no es solamente un
síntoma que nos concierne solamente a nosotros sino también en otras
disciplinas como la Antropología, ha padecido, por decirlo así, del carácter de
lo dado por sentado. Es decir esto que yo señalaba al principio, que en última
instancia, no es más que la reproducción al interior del Psicoanalisis mismo de
los mandatos androcéntricos, falo céntrico y patriarcales que colocan al
masculino como sexo de partida. Es más, ustedes han visto, que cuando uno lee a
Freud y lo lee a la distancia, no, y puede entender la incidencia de los
discursos históricos, afirmaciones del estilo de “al principio la niña se
comporta en todo como un varoncito” (risas), nos resultan como ya simpáticas,
no nos producen hoy la irritación de las feministas de la primera mitad del
siglo 20 que leían con pavor y horror justificado, estos enunciados. Hoy nos
resulta simpático porque entendemos que ese enunciado no es un enunciado de la
constitución del siquismo, es un enunciado de la producción de subjetividad
que, podríamos decir, termina como inscripto en la teoría porque simplemente es
inevitable que en algún momento los modos históricos de subjetivación se
cuelen, por así decir, en los modos canónicos con los cuales teorizamos. Afirmaciones
como esa. Afirmaciones por ejemplo del estilo de ‘el clítoris es en todo un
pequeño pene” (risas), nos resultan hoy curiosas, llamativas, o por ejemplo,
tenemos como parámetro fundamental de la comprensión freudiana de sexualidad
infantil, el caso de Hans, es muy curioso que Freud dice respecto de Hans que
el amor que él siente por su papa lo hace comportarse como todo un homosexual.
Es fabuloso, no? Es fabulosa esa afirmación. Porque al interior del
atravesamiento edipico de Hans pensar, que los modos eróticos con los cuales se
enlaza inicialmente al padre devienen homosexuales es confundir los modos
eróticos primarios con la elección de objeto. Una cosa extraordinaria, porque a
nosotros no se nos ocurriría decir que el amor que siente un niño hacia su
padre, hoy, es homosexual. O lo diríamos en un sentido descriptivo nunca
metasicológico. No haríamos derivar de allí la elección de objeto. Supongo…,
no? Esperemos que no hagamos derivar de eso la concepción acerca de la
orientación del deseo. Con lo cual, yo decía, todo eso resulta en alguna medida
entendible, y por eso uno también tiene cierta comprensión, también de las
limitaciones de Freud, cuando advierte que esta cuestión relativa a considerar
a la sexualidad masculina como algo dado, como el sexo de partida del cual se
desprenden todas las diferencias, no es más, que la dominancia del discurso
patriarcal moderno en todas las disciplinas. Hay un estudio antropológico muy
importante, el de David Gilmore[3], que es
muy conocido, que se llama “Hacerse un hombre”, en donde él se ocupa de
demostrar como antropólogo que es que de ninguna manera la concepción moderna
de la masculinidad es algo que se haya presentado de manera uniforme en todas
las épocas históricas y en todas las sociedades. Muy por el contrario, que
mayormente en las sociedades, no en la moderna occidental, sino en las llamadas
sociedades primitivas, aquellas que incluso tiene mucha familiaridad con la
analítica que realiza Levi-Strauss[4] no?, respecto
de las estructuras del parentesco. Lo que advierte Gilmore es que en las culturas
primitivas, las llamadas primitivas o periféricas, de ninguna manera la
masculinidad es un dado a priori sino que la masculinidad se entiende como una
conquista síquica a la cual el sujeto arriba o no arriba. Y que justamente en
la medida que es algo que no viene dado esencialmente sino que es algo a lo
cual el sujeto accede, el acceso a la masculinidad esta mediatizado por una
serie de ritos sociales de virilizacion. No son los ritos de iniciación sexual,
sino ritos de virilizacion que hacen devenir a un infantil sujeto en varón. Muy
por el contrario, esas sociedades consideran que sí, la femineidad es primaria.
Es decir que hay un estado inicial que comparten tanto niños como niñas y que
tiene que ver con su pasividad con relación al adulto, generalmente la mujer,
con lo cual hay una suerte de primer estadio femenino, tanto para niños como
para niñas. Que se conecta también con algo que Stoller[5] ha
mencionado como protofemineidad. No para referirse que los varoncitos sean
tratados como niñas sino que ocupan una posición pasiva en relación al adulto
tanto las niñas como los niños y que eso juega a posteriori sea significado en
términos femeninos. Estos estudios antropológicos lo que señalan es que la
masculinidad es un constructo, cosa que en Freud no aparece de ningún modo.
Vieron que repasaba yo, al principio, muy someramente, como en Freud la
masculinidad no es un constructo, es el efecto de una evolución. Lo que no es
un constructo es la femineidad. Pobres las mujeres que tienen que atravesar por
tantos avatares, por tantas frustraciones, no?, es más, hasta recuerdan la idea
de Freud de que el Complejo de Edipo, no se da el fundamento en la mujer de un
modo tan enérgico como en el hombre porque no hay angustia de castración. A
esta altura ya todo esos, yo lo relato y hasta me da una especie de pudor por
el carácter histórico de ese enunciado. Y por eso también ‘las mujeres son
menos éticas, no?, recuerdan esa conclusión, no? Cosa que se contradice con
cualquier observación de la vida (risas), no? Sin embargo en la concepción
freudiana no puede sino imponerse ese corolario. En la medida que en la niña no
existe angustia de castración ni sepultamiento de sus deseos incestuosos se
produce por una serie de desilusiones sucesivas, recuerdan?, mediación de la
ecuación simbólica de por medio, quiere un pene no se lo dan, se lo pide a la
madre, no lo tiene no se lo puede dar, se lo pide al padre el padre no se lo
da, sino puede un pene al menos un hijo, un hijo del padre no puede ser, bueno
que sea un hijo de cualquiera…(risas). Vaya a conseguirse un hijo afuera. Cosa
que lleva a decir incluso que desde este lugar la mujer recuperará el hijo del
narcisismo perdido en la infancia y será el resarcimiento tardío del falo que
nunca tuvo. (risas). Cosa que realmente a esta altura, vuelvo a decir, nos
producen risa. El problema es cuando se repiten teóricamente y se terminan
trasladando al campo de las concepciones clínicas o las intervenciones
concretas que hacen los psicoanalistas y eso nos constituye en muchos casos,
nos coloca en posiciones a veces de un patetismo realmente inaceptable. O
cuando algunos enunciados del Psicoanalisis terminan convalidando las formas
más reaccionarias de la representación social, no? Lo cual todavía es más grave
porque el Psicoanalisis termina usándose como coartada para la policía sexual,
cuando los discursos religiosos comienzan a decaer. Decaen los discursos
religiosos y en algunas de esas ocasiones el discurso Psicoanalista es el que
viene a mostrar todas las perturbaciones que se producen en los sujetos cuando
la sexualidad no se organiza adecuadamente. Es un abrochamiento formidable del
Psicoanalisis y un retroceso ideológico que va en contra del carácter profundamente
innovador de las concepciones de Freud, no? Cuando uno lee a Freud y puede
despejar, vuelvo a decir, las determinaciones de la producción de subjetividad,
se encuentra con un autor de avanzada para la época. Lamentablemente esa
avanzada no se replicó después en la historia del Psicoanalisis, en sus
aspectos más fecundos. Respecto entonces, yo decía, de la masculinidad la idea
de que en otras sociedades, la masculinidad no es de ninguna manera un atributo
inicial del sujeto, por supuesto no tiene nada que ver con la posesión del
genital, sino que se construye y se obtiene a partir de una serie de pruebas,
de pruebas de virilizacion y que implican, además, que el sujeto se constituye
en varón, en virtud del atravesamiento de ciertas experiencias cruciales. Pero
en la medida en que la masculinidad se conforma como un constructo, puede ser
fácilmente destituido de ella. Es decir que la masculinidad no es solamente un
logro que se obtiene de una vez y para siempre sino que el sujeto tiene que
estar haciendo permanentemente una serie de pruebas para demostrar que aquella
masculinidad no se pierde, porque si no es fácilmente destituida de ella. Cosa
muy diferente a lo que sucede con la representación de la femineidad. Fíjense
que si atendemos sobre todo a varones, sabemos el enorme sufrimiento que
produce sobre todo en varones constituidos bajo formas de discursos hegemónicos
de la sociedad patriarcal, el hecho de tienen que estar dando pruebas
permanentemente de su virilidad. Y que cualquier desliz, equivoco o fantasma
que pareciera contradecir ese enunciado, rápidamente despiertan angustias de lo
más inquietantes por relación a ser destituido directamente de la masculinidad,
cuando no feminizados, pasivisados o convertidos en homosexuales. Todos, no voy
tampoco a abundar en esto, para no usar tiempo, después si ustedes quieren en
caso de que quieran lo podemos seguir conversando. Pero, quiero decir, que esto
no sucede con las mujeres. Difícilmente la mujer es destituida de su condición
femenina. Podrá ser una mujer de una clase o de otra, no? De las virtuosas o de
las que no lo son tanto, pero la femineidad en sí misma no está en riesgo. Con
lo cual pareciera que contrario a lo señalado por Freud, es la femineidad,
aquella que tiene un cierto, digamos, una cierta consistencia en términos
identitarios, mayor, mientras que la masculinidad podríamos decir se
caracteriza por una permanente inconsistencia que fuerza a los varones a tener
que estar permanentemente dando cuenta de que no han sido destituidos de esa
posición que tan costosamente han podido lograr. De hecho, hay una nota al pie,
muy pequeña, que muchas veces pasa inadvertida que Freud realiza en el texto
sobre Leonardo, recuerdan un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci, donde
Freud dice, en relación a Leonardo, ustedes saben que es tomado allí como una
suerte de paradigma con relación a la homosexualidad y en particular una
homosexualidad lograda en términos sublimatorios, que en una nota al pie, Freud
señala la idea de que en verdad la elección de objeto de Leonardo no es algo
tan extraordinario, que en verdad en todo sujeto están abiertas ambas
posibilidades de la elección de objeto, tanto homo como heteroeroticas, cosa
que Freud también lo señala en Tres Ensayos de Teoría Sexual. Y agrega algo
más, me saltee a Tres Ensayos. Freud en Tres Ensayos dice no solo que en todo
sujeto están abiertas todas las posibilidades de elección de objeto, sino que,
por una parte la elección de objeto coexiste con las formas más habituales de
representación que llamaríamos de género. Es decir que los atributos de la
masculinidad social pueden perfectamente coexistir con la elección homoerotica
sin que forzosamente se contrapongan. Con esto, por supuesto, liquida la
equivalencia entre homosexualidad y femineidad como muchas veces existe todavía
en ciertas formas quizá prejuiciosas de suponer que todo homosexual es un varón
afeminado, por ejemplo. Ya eso Freud en 1905 lo deslinda. En el Leonardo yo les
decía, dice que la mayor parte de los varones ya han consumado una elección
homosexual. Por supuesto se refiere a los modos edipico de organización de la
sexualidad, pero que deben mantener la distancia a través de poderosas
contra-actitudes. Es decir los varones tenemos, yo hoy hablo de los varones que
están aquí no de mi, tenemos que permanentemente hacer un esfuerzo, que la
clínica además muestra con relación a sostener a toda costa, en numerosas
ocasiones y con enorme nivel de sufrimiento esa posición masculina. Porque
rápidamente, yo decía, podemos ser desposeídos de ella. Allí es donde, yo
decía, donde se ubica, estoy sintetizando porque veo el reloj, bueno con apuro.
Que la intención justamente de Silvia en este libro y de algunas cuestiones que
yo lo he tomado a partir de allí, es justamente señalar el carácter paradojal
que dice Silvia tiene la constitución de la sexualidad masculina. En qué
sentido Silvia habla de una suerte de paradoja. Señala una paradoja en el
sentido en que si la masculinidad se constituye en términos de identidad sexual
a partir de la identificación a un hombre, eso comporta, necesariamente, la
fantasmatizacion de la incorporación de ese atributo de potencia fálica
proveniente de un hombre en términos homosexuales. Cosa que en la publicación
del libro generó unas controversias y unas polémicas tremendas. Porque si uno
advierte el alcance de esa afirmación realmente es fuerte. Pensar que la sexualidad
masculina se constituye forzosamente en simultaneidad a la inscripción de una
fantasma homosexual, que no es equivalente a una elección de objeto homosexual,
sino que es correlativa a la constitución misma de la masculinidad que un varón
reciba de otro hombre el atributo genital de carácter fálico que le garantiza
la potencia sexual, con la cual uno diría se inviste el genital, con
independencia después de cuál sea su posicionamiento identitario y de cuál sea
su orientación deseante. Porque esto es anterior a la orientación deseante y
uno diría coexiste con la identidad sexual sin forzosamente entrar en
conflicto. Pero pensar entonces que en la instauración de la masculinidad en
términos de virilidad supone la incorporación introyectiva de un atributo
genital de otro hombre que le otorga al varón la potencia fálica que le permite
justamente emplazarse en términos de su identidad sexual con relación a su
sexo, implica simultáneamente que ese atributo se incorpora pasivamente con
relación a otro lo cual no deja de suponer necesariamente, la inscripción de un
fantasma homosexual. Esto permitiría en gran medida advertir aun cuando
tendríamos que desarrollar quizá con mucho mayor detenimiento a la
metasicología de esa identificación, que los varones justamente por esto se
encuentran más asediados por fantasmas homosexuales que las mujeres, cosa que
por otro lado es también clínicamente…. [30:16]
[1] Hans-Georg Gadamer (Marburgo, 11 de febrero de 1900 – Heidelberg, 13 de marzo de 2002)
fue un filósofo alemán especialmente conocido por su obra Verdad y método (Wahrheit und Methode) y por su
renovación de la Hermenéutica.
[2] Cornelius Castoriadis (Κορνήλιος Καστοριάδης, Estambul, 11 de marzo de 1922 - París, 26 de diciembre de 1997)
fue unfilósofo y psicoanalista, defensor del concepto de autonomía política y fundador en los años 40 del grupo político Socialismo o barbarie y de la revista del mismo nombre, de tendencias
próximas al luxemburguismo y al consejismo. Posteriormente abandonaría el marxismo, para adoptar una filosofía original y una posición cercana al autonomismo y al socialismo libertario.
[3] HACERSE HOMBRE CONCEPCIONES CULTURALES DE LA
MASCULINIDAD (EN PAPEL)
DAVID D. GILMORE , PAIDOS
IBERICA, 1994
ISBN 9788449300844
ISBN 9788449300844
[4]
Claude Lévi-Strauss (French: [klod levi stʁos]; 28 November 1908
– 30 October 2009)[1][2][3] was a French anthropologist and ethnologist, and has been
called, along with James George Frazer and Franz Boas,[4] the "father of
modern anthropology"
[5] Stoller Robert (1925-1991) Psiquiatra y
psicoanalista norteamericano
Nacido en Nueva York, en el Bronx, Robert Stoller perteneció
a la tercera generación psicoanalítica norteamericana. Estudió en la
Universidad de Columbia y después se instaló en la Costa Oeste de los Estados
Unidos. Obtuvo su doctorado en medicina en San Francisco, y en 1954 fue
designado profesor de psiquiatría en la Universidad de California de Los
Ángeles, donde creó la Gender Identity Research Clinic
El género como
construcción social y no biológica es una de las contribuciones más importantes
de la teoría feminista y pone de relieve la multiplicidad de identidades, dando
lugar, de forma indirecta, a la teoría queer. Aunque originariamente es una
construcción teórica creada por médicos, psicoanalistas, etnólogos y sexólogos
como John Money o Robert Stoller, a partir de los años 70, hasta los 90,
las feministas van a hacer suyo el estudio de género, que va a posibilitar la
aparición de una serie de campos de estudio sobre género en términos
feministas.